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Artículo publicado por Eduardo de Vicente (elPeriódico) 03.10.19

La realizadora vasca Helena Taberna (Yoyes, Acantilado) vuelve a las pantallas esta semana con Varados, un documental sobre la crisis migratoria rodado en Grecia y en el que pretende fijar su mirada en la vida diaria de aquellos que han llegado desde otros lugares y permanecen en el país sin destino fijo. Un edificio ocupado o los campos de refugiados de Atenas o de la isla de Lesbos son algunas de sus localizaciones.

Pero lo más importante son las personas, objetivo del filme. Vemos la vida diaria de iraníes, afganos o cameruneses con personajes tan insólitos como un hombre maduro que va en silla de ruedas (¿cómo habrá conseguido llegar?), dolorosos como el de una pareja que ha dejado atrás a sus hijos, un entrenador de boxeo, un joven cocinero, unas niñas que ya saben hablar cuatro idiomas o una española (Lidia) que tiene una relación con un refugiado. Tiene que haber sido una experiencia dura para el equipo de rodaje, pero también apasionante. Quienes quieran saber más podrán conocer a Helena y Lidia el próximo lunes, ya que presentarán la película en los Cinemes Girona. A modo de aperitivo, la propia realizadora nos explica algunos detalles.

-Sin protagonistas. “El primer problema se produjo cuando llegamos a Grecia para rodar, ya que se me cayeron todos los personajes que tenía previstos, todos. El productor tuvo que empezar la búsqueda de nuevo y fue casi mejor. El primero que escogimos fue a Mohammed (el hombre paralítico), porque los personajes tenían que tener chicha y si nos descuidamos nos acaba dando lecciones… Todos fueron apareciendo y nos iban abriendo puertas, brindándonos todo tipo de facilidades”.

-Unos actores inesperados. “Cada vez que nos poníamos a rodar aparecían seres vivos que no miraban a cámara como un motorista, un perro o cualquier otro animal. Parecía que tenía un departamento de dirección de actores animales. Durante una escena en la que hay una bronca entre algunos personajes, un perro se quedó allí, como atento a lo que escuchaba. En el rodaje estás preocupada por lo esencial pero cuando haces el montaje miras lo que se mueve en segundo plano y creo que esos detalles llenan de vida a la película. Era como un buen presagio, me indicaba que estábamos en el buen camino, porque la vida iba corriendo a nuestro favor”.

-El enfoque. “Tenía claro que no iba a hacer nada que centrara el protagonismo en las onegés sino que quería conocer las vidas de los que se han establecido en Grecia, los que llevan tiempo allí sin recurrir a los casos más dramáticos ni a los que acababan de llegar. Para ellos es como una condena y van viendo cómo pasa el tiempo. Me sorprendió la capacidad de supervivencia del ser humano, que es enorme. Intentan, por si acaso, aprender idiomas nuevos que no saben si van a utilizar, se aferran a los móviles para tener acceso a la información y estar cerca de sus familias. A medida que los vas conociendo vas descubriendo nuevas capas. Ellos son quienes han expresado sus sentimientos con su propia voz y siempre intentaban mostrar su mejor cara. Pero en una película ves su rostro, su emoción y la imagen nunca miente”.

 

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