EXTRANJERAS, por Carlos Roldán Larreta (historiador)

No hay que ser muy sensible para percibir un cambio, en estos últimos años, en el paisaje humano que puebla nuestras ciudades. En mayor o menor medida todos somos conscientes del fenómeno de la inmigración. ¿Quién no ha visto en Pamplona esas colas de humillados y ofendidos esperando con ansiedad que nuestra avanzado mundo les proporcione los malditos papeles de residencia? Cuidan de nuestros ancianos, frecuentan los parques públicos los domingos ... ¿Y las pateras?. Nos hemos acostumbrado a ese flujo constante que ha convertido el mar Mediterráneo en una siniestro cementerio. Son tantos los cadáveres apiñados en la arena de las costas del sur español que ya esa tragedia apenas nos afecta. A principios de octubre una patera salió de las costas de Libia en busca de Italia. Para llegar allí, muchos habían atravesado el desierto y habían tenido que beber su propia orina para sobrevivir. Al segundo día de navegación el motor se averió y se inició la tragedia. Con la embarcación a la deriva, sin alimentos ni agua, sólo se oían los lamentos de los niños y la oración de un grupo de somalíes que miraban esperanzados al cielo. Más o menos al sexto día de navegación se tomó la decisión de empezar a arrojar los cadáveres al mar. No quedaba más remedio. El hedor de la muerte es insoportable. Mohamed Abde vio como el mar se tragaba para siempre los cuerpos inertes de su mujer y su hijo...

Esta es una realidad. La más dramática. Pero hay otra, todavía más desconocida. La vida cotidiana de estas gentes. La de los niños que se matriculan en los colegios y tienen que aprender desde el principio qué duro es crecer siendo distinto. La de los hombres y mujeres que montan negocios y luchan por sobrevivir en un hábitat que no es el suyo. La de mujeres que cuidan bebés ajenos mientras los suyos sueñan y juegan a mil años luz, lejos de las caricias de sus madres.

A esta realidad ha llevado su cámara la directora alsasuarra Helena Taberna en su documental Extranjeras, que estos días puede verse en los cines de Pamplona. Concretamente, Taberna se ha fijado en las mujeres -la reivindicación feminista está siempre latente en su cine- y en su lucha oscura por sobreponerse a las adversidades y hacerse un hueco en nuestra "avanzada" civilización. No lo tienen fácil, evidentemente. Ya lo decía Lennon. Woman is the nigger of the world... Así, mujeres asiáticas, de Europa del Este, sudamericanas y africanas desfilan ante la cámara de Taberna y desgranan sus miserias, sus dichas, sus esperanzas y sus sueños.

El cine es ante todo emoción y reflexión. Y Extranjeras nos hace reflexionar desde la emoción. Ese es el gran logro de esta película. Taberna muestra la dignidad y el orgullo de estas mujeres y su camino en pos de la superación de todos los obstáculos que encuentran a su paso. En este sentido es una película luminosa. No es casualidad que Extranjeras se cierre con una fiesta en la que participan todas las mujeres que han aparecido ante la cámara. Eso sí, insisto en que es una película para la reflexión. Y la reflexión es un acto íntimo. Y cada individuo es un mundo. Cada espectador sacará sus propias conclusiones al ver este documental. A unos les reconfortará la experiencia de unas mujeres que, enfrentadas a un medio hóstil, son capaces de sacar adelante, de la nada, un negocio. Otros quizás se queden con la imagen de la niña china que se lamenta con resignación de las burlas que tiene que soportar constantemente. Sus ojos rasgados, el color de su tez ... la tribu no está dispuesta a transigir con el elemento diferente.

Son muchos los momentos que a mí personalmente me han golpeado. El afán de las mujeres chinas por preservar su idioma y tradiciones, a pesar de la distancia que les separa de su patria. La aplastante lucidez de Mari Luz Mba, una chica africana que se pregunta por qué los europeos entran cuando quieren y como quieren en Africa mientras los africanos sólo hallan obstáculos para entrar en Europa. La ingenuidad de la familia sudamericana que pide una oportunidad a nuestra sociedad ya que, al fin y al cabo, nosotros en el pasado también estuvimos allí y obtuvimos muchas riquezas ... Esquilmamos sus tierras, violamos a sus mujeres, los sometimos a la fuerza para aprovecharnos de ellos y en vez de pedir justicia piden una oportunidad...

Tampoco quiero pintar estampas superficiales. Ni todos los seres del tercer mundo son ángeles puros ni todos los europeos somos seres depravados enarbolando cada dos por tres el látigo. La realidad nunca es tan maniquea. Tres mujeres de raza negra hablan ante las cámaras. Una de ellas tiene la piel más clara y reconoce que en su país un mulato puede llegar a despreciar a un individuo con la tez más negra. Las víctimas de la xenofobia pueden llegar a desarrollar un instinto racista. ¿No es desolador? ¿Y las chicas musulmanas tocadas con un pañuelo?. Defienden la reclusión y la sumisión de la mujer musulmana comparándose con un hermoso rubí que hay que proteger... Mi respeto a las tradiciones de otras culturas termina justamente en ese punto donde la libertad del individuo desaparece. Y el espectáculo del esclavo justificando el sistema que le oprime me repugna. Lo he visto demasiadas veces en nuestro propio mundo.

Me quedo en todo caso, con la dignidad de estas mujeres. Ninguna cae en el victimismo. Saben dónde están y son conscientes de que en el horizonte sólo hay lugar para el combate. Animo al público a descubrir la realidad fascinante de estas gentes. Ir a las salas a ver esta película será una forma más de lucha contra la idiotizacion social que se está apoderando de todo. El esfuerzo de este cine independiente merece un premio. No sirve de nada quejarse constantemente de la superficialidad de las grandes producciones que invaden nuestras carteleras si no somos luego capaces de apoyar un cine arriesgado y comprometido con el entorno que nos rodea.